Hace ya varios días que distintos medios, tanto de izquierda, derecha, centro y pa’dentro, publican “trackings” diarios de las elecciones generales para mantener más informada a su audiencia sobre los cambios que acaecen en la campaña. A diferencia de lo que piensan muchos, no se trata de encuestas al uso, sino de una especie de simulación de una encuesta: la muestra es muy parecida de una entrega para otra, así que es más fácil observar los cambios en la intención de voto de los distintos grupos. El contrapunto de esto es que la muestra debe estar bien constituida, porque si cojea de un lado o del otro es como hacer una división mal en el cole: los errores se multiplican con el tiempo.
La finalidad del tracking no es, por tanto, mostrar una foto fija de la realidad del momento en el que se realiza la encuesta, sino la fluidez de la intención de voto a lo largo de la campaña. Un tracking es mucho más valioso para identificar las tendencias porque, a diferencia del resto de encuestas, sí es inmediatamente comparable con el sondeo anterior. Teniendo en cuenta el mimo con el que las encuestadoras crean las muestras para sus seguimientos y que, independientemente de la casa, la campaña es la misma, tendría sentido que las transferencias de voto de los sondeos se correspondiesen unas con otras, al menos en general. Pero lo que hemos observado en este corto tiempo es todo lo contrario; aparte de la remontada del PSOE de hace unas semanas y el ligero repunte del PP tras el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, los trackings no han coincidido en absolutamente nada. Incluso esos dos sucesos que parecen universales no lo son tanto: para algunas, la subida de Feijóo es de varios puntos, para otras es de sólo unas décimas.
Podría apuntar a distintas cosas como la causa única y verdadera de esta extraña situación: el sesgo que conlleva publicar para un diario u otro en función de su línea editorial, las diferencias en la calidad del trabajo de cada una de las encuestadoras o el simple hecho de que la más reputada entre ellas está dirigida por un reaccionario confeso y discípulo del PP que ha ido acrecentando, con el tiempo, el inflado de su partido en sus datos, pero lo cierto es que, por distintas razones, ninguna de esas explicaciones sería realmente satisfactoria e incluiría numerosas contradicciones y complicaciones. No serían imposibles de sobrepasar, pero, por lealtad a la Navaja de Ockham, me ahorraré la parrafada que solté la última vez.
Fíjense, por ejemplo, en el trabajo de Electomania, una encuestadora online que se ha sumado a la moda del tracking diario pero que también realiza paneles semanales cuando no es pascua. En sus plazos habituales durante las semanas de Junio, la diferencia de cada partido de una encuesta a otra casi nunca supera un punto porcentual, y sirven para entender la tendencia general: PSOE al alza, con Vox y Sumar en una ligera pero prolongada caída. Desde el 7 de Julio ha sido todo mucho más confuso, porque existe un impulso muy humano de usar la información más reciente que se posee como una muestra definitiva y fiable de lo que sucede (o, la menos, más definitiva y fiable que la anterior). Un ejemplo: entre el 7 y el 13 de Julio Vox ha experimentado en el ElectoPanel una subida, después una bajada, y finalmente otra subida, para acabar en exactamente la misma posición en la que empezaron, con un 13,7%. Obviamente es ruido estadístico, pero el retumbo constante de los sondeos hace que no lo parezca y que la campaña está más animada de lo que realmente está. A diferencia de las últimas elecciones autonómicas de Castilla y León, donde la falta de encuestas creó cierta hambre de información, ahora mismo contamos con tanta que no podemos evitar vomitarla o enfermar por su culpa.

Si me permiten la analogía futbolera, la lógica detrás del tracking diario se asemeja más a la de la afición de un equipo malhumorado que a la de un buen entrenador. El míster debe dedicarse a filtrar el ruido y las malas vibraciones para que los jugadores puedan confiar en él y en su idea de juego a la vez que en sí mismos. Los aficionados, por el contrario, se enorgullecen de su falta de paciencia y de su capacidad para la agitación. No existen los plazos de adaptación: si ganamos, somos los reyes del mundo, si perdemos, ¡cúpula, dimisión! Los éxitos de Quique Setién al frente del Villarreal y de Xavi Hernández en el Barcelona han demostrado (aunque no hiciese falta) que siempre es mejor observar la tendencia a largo plazo que el Minuto y Resultado, sea en el Marca o en el ABC.